miércoles, 4 de julio de 2007

Dentro del televisor

A principios de semana tuve la suerte de que mi Pachequitos me llevara a un programa de televisión para asistir como público. Cual niño pequeño, emocionada estaba de ver como era el interior de la tele; desmentir ese mito de los hombres pequeños que viven en nuestros televisores.

Quedamos en Aluche -hacía mucho que no pisaba esa plaza y me gustó ver de nuevo la fuente y el banco donde tantos ratitos esperé a que pasara el tiempo- como antaño, esperé paciente con mi mp3 a que llegarán mis acompañantes.

Nunca había visto el programa más de 7 u 8 minutos seguidos, por lo que mi idea de lo que me iba a encontrar era algo difusa. Al llegar al plató, observamos un auténtico caos.
La señora encargada de llevarnos y traernos, con voz desagradable, iba y venía sin parar.

Nos situaron en un lateral, en una plataforma a la que accedimos por unas siniestras escaleras, un amasijo de hierros que no transmitía ninguna seguridad.
Una vez colocados, dieron orden de dar palmadas al unísono y de practicar el “junco” en las baladas, hecho que nadie tuvo en cuenta pues cada uno llevó su propio ritmo en cada momento.

Los focos bailaban al son de la música y yo creo que a todos se nos quedó en el subconsciente aquel “prevenidos, prevenidos” antes de que las cámaras comenzaran a grabar.

Hubo buenos y no tan buenos momentos. En 2 ocasiones nos cambiaron de sitio para que quedara más bonita una canción; seguro que tú disfrutaste con la actuación, amigo espectador, no como nosotros, que tuvimos que apiñarnos en la última fila evitando pisar bolsos y botellas de agua sin llamar excesivamente la atención… xD

Bueno, al terminar, una multitud en oscuras buscaba el autocar número 6, con un Diego en el parabrisas, después de ir y venir un par de veces, dimos con nuestra guía de voz poco agraciada y nos subimos al autobús, expectantes de recibir la recompensa de 11 euricos por el trabajo realizado.

Decir que, después de no probar bocado desde las cinco y media de la tarde; el bocata de chorizo me supo a gloria; como sí de mi última cena se tratase, no dejé escapar miga alguna.

Dos de la madrugada; plaza de Cibeles…espero a mi búho, de nuevo con los cascos puestos, deseando llegar a casa y contaros que todo esto es mentira y que sí existen personajes que viven en nuestra televisión…creértelo o no, es cosa tuya.

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